dijous, 5 de febrer del 2009

Diario de un escritor (Dostoievski)

Demostració psicològica del millor literat que ha trepitjat mai l'escorça terrestre.

Hace poco tuve ocasión de hablar con uno de nuestros escritores (gran artista) de la comicidad de la vida y de lo difícil que resulta definir un fenómeno, darle un nombre apropiado. Acababa de comentarle que, aunque conocía desde hacía casi cuarenta años La desgracia de tener ingenio, hasta ese último año no había comprendido como es debido a uno de los personajes más llamativos de esa comedia, Molchalin, y eso después de que él, el escritor del que estoy hablando, me aclarara su verdadera dimensión, retratándolo en uno de sus ensayos cómicos.
--¿Y sabe usted?—me dijo pronto mi interlocutor, que parecía profundamente preocupado por esa idea desde hacía tiempo—. Cualquier cosa que escriba o retrate, cualquier detalle que introduzca en una obra de arte, nunca estará a la altura de la realidad. Ya puede usted representar lo que quiera: el resultado será siempre más débil que la realidad. Se figura usted que ha plasmado en su obra el aspecto más cómico de cierto fenómeno de la vida, que ha captado el lado más grotesco…¡pues se equivoca! La realidad no tardará en mostrarle otro cariz de ese mismo fenómeno que usted ni siquiera había sospechado y que va mucho más allá de todo lo que su imaginación y su poder de observación han sido capaces de crear…

Eso lo sabía yo ya desde 1846, el año en que empecé a escribir, y puede que incluso desde antes… La verdad es que esa cuestión me había chocado más de una vez y me había causado no pocas dudas sobre la utilidad del arte, dada su manifesta impotencia. Efectivamente: observad cualquier hecho de la vida real, incluso uno que no tenga nada de especial a primera vista; por poco ojo que tengáis y a poco que sepáis mirar, descubriréis una profundidad que no se encuentra ni siquiera en Shakespeare. Y a eso se reduce toda la cuestión: a tener ojo y saber mirar. Porque no sólo para crear y escribir obras literarias, sino también para captar un hecho, se requieren en cierta manera dotes de artista. Para algunos observadores todos los fenómenos de la vida de desarrollan según la más conmovedora sencillez y son tan comprensibles que no merece la pena pensar en ellos, ni siquiera prestarles atención. Pero a otros observadores esos mismos fenómenos les obsesionan tanto que (según sucede no pocas veces) al final son incapaces de generalizar y simplificar, de estirarlos en línea recta y encontrar así la tranquilidad; recurren a una simplificación de otro género y lisa y llanamente se alojan una bala en el cráneo, para acabar de una vez con todos sus problemas y acallar una mente atormentada. No son más que los dos extremos, pero entre ellos se sitúan todas las variedades del intelecto humano. Desde luego, nunca alcanzamos su final o su comienzo. Únicamente conocemos el flujo diario de los acontecimientos perceptibles, y sólo por medio de los sentidos; en cuanto a los fines y los comienzos, siguen perteneciendo para el hombre al dominio de la fantasía.
A propósito, uno de mis estimados corresponsales me informó el pasado verano de un extraño suicidio que aún está por aclarar y del que hace tiempo que quería hablar. En ese suicidio todos los detalles, tanto los externos como los internos, constituyen un enigma. Siguiendo los dictados de la naturaleza humana, he tratado de resolver ese enigma, “poder agarrarme a algo y tranquilizarme”. La suicida era una joven muchacha de veintitrés o veinticuatro años, no más, hija de un emigrante ruso muy conocido y nacida en el extranjero, rusa por su sangre, pero apenas por su educación. Creo que los periódicos hicieron una vaga mención al caso en su momento, pero los detalles son harto curiosos: “Empapó un algodón en cloroformo, se lo llevó a la cara y se acostó en la cama… Así murió”. Antes de morir, escribió la siguiente nota:

Je m’en vais entreprendre un long voyage. Si cela ne réussit pas qu’on se rassemble pour fêter ma résurrection avec du Clicquot. Si cela réussit, je prie qu’on ne me laisse enterrer que tout à fait morte, puisqu’il est très désagréable de se réveiller dans un cercueil sous terre. Ce n’est pas chic !

Que traducido viene a decir:

Me apresto a emprender un largo viaje: Si el intento no sale bien, que todos se reúnan para celebrar mi resurrección con copas de Clicquot. Si sale bien, ruego que no me entierran hasta que esté muerta del todo, pues resulta muy desagradable despertarse en un ataúd bajo tierra. No es nada chic!

En mi opinión, en ese abominable y grosero “chic” resuena una nota de desafío, quizás de indignación, de ira… pero ¿contra qué? Sólo las naturalezas vulgares se suicidan por razones materiales, visibles, externas, y el tono de esa nota muestra que en u caso no se trata de razones de ese tipo. Entonces, ¿contra qué iba dirigida su irritación?... ¿Contra la presunta sencillez de la realidad? ¿Contra la falta de sentido de la vida? ¿Pertenecería al número de esos harto conocidos censores y negadores de la vida a los que irrita la “estupidez” de la presencia del hombre en la tierra, por lo que tiene de absurdo y accidental, la tiranía de una causalidad ciega, con la que no es posible reconciliarse? Nos encontramos ante un alma que se ha rebelado contra el carácter “rectilíneo” de los acontecimientos, incapaz de suportar esa visión, que le habían inculcado desde la infancia en la casa paterna. Pero lo más horrible es que en su alma no hubiera lugar para dudas conscientes, para lo que se conoce como “problemas”: es muy posible que creyera con toda su alma, al pie de la letra, todo lo que le habían enseñado desde la infancia. De modo que murió simplemente “de fría tristeza y hastío”; con un sufrimiento de alguna manera animal e instintivo; era, ni más ni menos, como si se ahogara, como si le faltara el aire. Su alma no soportaba instintivamente ese carácter rectilíneo e instintivamente reclamaba algo más complejo.
Hace un mes todos los periódicos de Sant Petersburgo publicaron unas breves líneas en cuerpo menor sobre un suicidio acaecido en la ciudad: una pobre muchacha, costurera de profesión, se arrojó por la ventana de un cuarto piso “porque no podía encontrar un trabajo que asegurara su subsistencia”. Esas informaciones añadían que había saltado y había caído al suelo “llevando un icono en las manos”. ¡Qué rasgo tan extraño e inaudito, tratándose de una suicida, eso de llevar un icono en las manos! Nos encontramos ante un suicidio humilde, resignado. Por lo visto, en este caso no hubo queja ni reproche: simplemente se le hizo insoportable seguir viviendo—“Dios no lo deseaba”—y murió después de decir sus oraciones. Hay cosas que, por muy sencillas que parezcan a primera vista, se enquistan en el pensamiento, te vuelven a la cabeza una y otra vez y en cierto modo te hacen sentirte culpable. Esa alma humilde, que causo su propia ruina, nos atormenta lo queramos o no. Es esa muerte lo que me trajo a la memoria el suicidio de la hija de esa emigrante, del que me habían informado en verano. ¡Pero esas criaturas son tan diferentes como si pertenecieran a plantas distintas! ¡Y que dispares sus muertes! ¿Cuál de esas dos almas sufrió más en la tierra, si es que s oportuno y pertinente formularse una pregunta tan vana?

EN UN ALTRE ARTICLE

… Mencionó el champán porque, antes de morir, deseaba permitirse una extravagancia abyecta y repugnante. Eligió el champán porque no pudo encontrar un cuadro más abyecto y repugnante que una borrachera para celebrar su “resurrección de entre los muertos”. Necesitaba escribir algo así para cubrir de barro todo lo que dejaba en el mundo, para maldecir la tierra y su propia vida, para escupir sobre ellas y dejar constancia de ese escupitajo a sus deudos, a quienes abandonaba. ¿Cómo explicar tanto rencor en una muchacha de diecisiete años? ¿Y contra quien iba dirigido ese rencor? Nadie le había ofendido, no tenía necesidad de nada; se diría que murió también sin ningún motivo. Pero es precisamente esa nota, es precisamente el hecho de que en un momento semejante estuviera tan interesada en permitirse una extravagancia tan abyecta y repugnante (los hechos no ofrecen lugar a dudas), es precisamente todo eso lo que lleva a pensar que su vida había sido incomparablemente más pura de lo que sugiera esa ocurrencia abominable, y que el rencor, la inmensa amargura de su ocurrencia, testimonian, por el contrario, los sufrimientos y las torturas a que estaba sometida su alma, así como la desesperación del momento postrero de su vida. Si se hubiera dado muerte llevada de cierto apático hastío, sin saber muy bien por qué, no se habría entregado a esa extravagancia.
Para analizar esa disposición de espíritu es necesario adoptar una actitud más humana. En este caso el sufrimiento es evidente, y no cabe duda de que murió de angustia espiritual, después de muchos tormentos. ¿Cómo pudo atormentarse tanto una criatura de sólo diecisiete años? Pero ésa es la terrible cuestión de nuestro tiempo. He avanzado la hipótesis de que murió de angustia (una angustia demasiado precoz) y del convencimiento de que su vida carecía de sentido… y que ambas afecciones eran consecuencia exclusiva de la depravada educación que recibió en casa de sus padres, una educación basada en un concepto erróneo del sentido supremo y los objetivos de la vida, que destruyó deliberadamente en su alma cualquier fe en su inmortalidad. Todo eso no pasa de ser una hipótesis personal, pero lo cierto es que no pudo quitarse la vida con la única intención de dejar esa miserable nota y asombrar a la gente, como parece sugerir el señor N.P. “Que nadie odie su carne”. Acabar con la propia vida es algo muy serio, por mucho que se quiera dotar un aire desenfadado, y la epidemia de suicidios que se extiende entre nuestra clase intelectual es un asunto muy serio, que requiere una observación y un examen constantes. Hace año y medio un miembro muy capaz y competente de nuestro sistema judicial me mostraba un mazo de cartas y esquelas de suicidas, todos autógrafas y escritas poco antes de morir, es decir, cinco minutos antes de quitarse la vida. Recuerdo dos líneas trazadas por una muchacha de quince años; recuerdo también una nota garrapateada a lápiz en un coche en marcha, en el que el autor se pegó un tiro antes de llegar a su destino. Creo que si el señor N.P echara un vistazo a esos interesantes documentos, quizás se produciría algún cambio en su espíritu y se insinuaría un atisbo de congoja en su plácido corazón. Aunque no estoy seguro. En cualquier caso, tales sucesos deben analizarse de manera más humana y con mucha menos altanería. Es probable que todos nosotros seamos culpables de semejantes hechos, y no serán las convicciones de hierro las que no salven de las desastrosas consecuencias de nuestra complacencia y de nuestra arrogancia, cuando se cumplan los plazos y tengamos que sufrir la consecuencias.
Pero basta. Con esas palabras he respondido no sólo al señor N.P., sino a muchos otros que piensan como él.

CRÍTICA STEFAN ZWEIG

“Que no puedas terminar es lo que te hace grande”
Goethe

Es difícil y de mucha responsabilidad hablar dignamente de Fiódor Mijáilovich Dostoievski y de su importancia para nuestro mundo interior, pues el peso y la envergadura de este hombre único requieren una nueva medida.
Una obra extensa acabada, un autor cree encontrar una primera aproximación y descubre algo infinito, un cosmos con sus propias estrellas en órbitas propias y una música de las esferas diferente. La mente pierde la esperanza de poder penetrar jamás en este mundo: su magia es demasiado extraña al primer encuentro; su pensamiento, demasiado velado por las tinieblas del infinito; su mensaje, demasiado enigmático para que el alma pueda mirar directamente este cielo como contempla el propio. Dostoievski no es nada si no lo vivimos desde dentro. Ante todo, en lo más profundo de nuestras almas debemos examinar la propia capacidad de simpatía y compasión y fortalecerla para conseguir una nueva y mayor sensibilidad: debemos cavar hasta las raíces más hondas y secretas de nuestro ser para descubrir los nexos con su humanidad, al principio fantástica, pero luego auténtica y maravillosa. Sólo en lo más hondo de nuestro ser, donde anidan lo eterno y lo inmutable, raíz con raíz, podemos esperar unirnos con Dostoievski, pues ¡qué extraño aparece ante nuestros ojos corporales este paisaje ruso que, como las estepas de su patria, es intransitable, y qué mundo tan distinto del nuestro!
Nada amable ni ameno envuelve allí la mirada, pocas veces una hora apacible invita al descanso. Un místico crepúsculo del sentimiento, cargado de rayos, alterna con una claridad del espíritu fría, a menuda helada, en vez de un sol cálido en el cielo llamea una luz norteña, misteriosa y sangrante. Al entrar en la esfera de Dostoievski, entramos en un mundo mística, de paisaje primitivo, antiguo y virgen a la vez, y un dulce terror nos invade como ante la cercanía de elementos eternos. Pronto la admiración, llevada por la fe, ansía detenerse, mas un presentimiento advierte al corazón cautivado de que no podrá morar allí para siempre y tendrá que regresar a nuestro mundo más cálido y amable, pero también más estrecho. Avergonzados, comprobamos que este paisaje de bronce es demasiado grande para la mirada de todos los días, demasiado sofocante este aire ora helado ora ardiente para nuestro tembloroso aliento. Y el alma huiría de la majestad del terror si, sobre este paisaje implacable trágico, tremendamente terrenal, no se extendiera un infinito cielo de bondad surcado de estrellas, cielo también de nuestro mundo, pero formando una bóveda infinita más convenza en este penetrante frío del espíritu que en nuestras zonas de clima benigno. Sólo la mirada sosegada que se eleva sobre este paisaje rumbo a su cielo experimentará el consuelo infinito de esta infinita aflicción terrenal y presentirá la grandeza en el terror, el dios en la oscuridad.
Sólo esta mirada a su sentido último puede convertir en amor ardiente nuestro profundo respeto por la obra de Dostoievski, sólo un examen de lo más íntimo de su singularidad nos puede aclarar lo universalmente humano del escritor ruso. Pero ¡qué largo y laberíntico es el descenso hasta el fondo del corazón del gran novelista! Imponente por su extensión, aterrador por su lejanía, esta obra única se hace tanto más misteriosa cuanto más pretendemos penetrar en su abismo infinito desde su infinita amplitud. De cada uno de sus personajes arranca un pozo que desciende hasta las simas demoníacas de lo terrenal, cada vuelo al mundo del espíritu roza con sus alas la faz de Dios. Detrás de cada muro de su obra, detrás de cada rostro humano, de cada pliegue de su embozo, se esconde la noche eterna y brilla la luz eterna: pues Dostoievski se hermano totalmente con todos los misterios del ser por los avatares de su vida y por el rumbo que le marcó el destino. Su mundo se sitúa entre la muerte y la locura, entre el sueño y la claridad ardiente de la vida real. Todos sus problemas personales confinan con otros insolubles de la Humanidad, cualquier superficie iluminada refleja inmensidad. Como hombre, como escritor, como ruso, como político y profeta, su ser irradia siempre un sentido eterno. Ningún camino conduce a su fin, ninguna pregunta puede conducirnos hasta los abismos más profundos de su corazón. Sólo el entusiasmo nos puede acercar a él, pero un entusiasmo que sólo es lo bastante humilde para avergonzarse de ser menor que el propio respeto amoroso por el misterio del hombre.
Dostoievski mismo nunca nos de la mano para ayudarnos a acercarnos a él. Otros arquitectos de magnas obras de nuestro tiempo manifestaron su voluntad. Wagner legó junto a su obra una explicación programática, una defensa polémica. Tolstói abrió todas las puertas de su vida diaria, permitió el acceso a todos los curiosos, para dar cuenta de cualquier pregunta. Dostoievski en cambio nunca reveló sus propósitos si no era en la obra acabada, quemaba sus planes en las brasas de la creación. Durante toda su vida fue un hombre huraño y taciturno; apenas si disponemos de testimonios concluyentes de su vida externa, corporal. Sólo de joven tuvo amigos; de mayor, fue un hombre retraído: le parecía una merma en su amor por la Humanidad entregarse a unos pocos. Tampoco sus cartas revelan más que las necesidades materiales de la vida, el suplicio del cuerpo atormentado: todas tienen los labios sellados, si no es para proferir quejas o llamadas de socorro. Muchos años, todos los de su infancia, están envueltos en la oscuridad; hoy, aquel cuya mirada muchos de nuestra época vieron todavía arder, se ha convertido para nosotros en alguien humanamente lejano e irreal, en una leyenda, un héroe y un santo. Aquella luz crepuscular de la verdad y del presentimiento que baña las sublimes vidas de Homero, Dante y Shakespeare nos deshumaniza también su rostro. No por los documentos, sino sólo por amor y por un anhelo de saber podemos forjarnos una idea de su vida.
Solos, pues, y sin guía, debemos descender a tientas al corazón de este laberinto y desprender el hilo de Ariadna, el hilo del alma, del ovillo de la propia pasión por la vida. Pues cuanto más nos sumergimos en él, más profundos nos sentimos nosotros. Sólo cuando nos acercamos a nuestro verdadero ser, el ser humano universal, estamos cerca de él. Quien mucho sabe de sí mismo, también sabe mucho de él, que fue—nadie sino él—la medida última de toda humanidad. Y este camino hacia su obra pasa por todos los purgatorios de la pasión, por el infierno de los vicios, por todos los grados de tormento terrenal: el tormento del hombre, el tormento de la humanidad, el del artista y el último, el más terrible, el tormento de Dios. Oscuro es el camino y tenemos que inflamar nuestro corazón con la pasión y el anhelo de la verdad para no extraviarnos: tenemos que recorrer nuestra propia profundidad antes de aventurarnos en la suya. Dostoievski no nos manda mensajeros, sólo la experiencia conduce a él. Y no tiene otros testigos que la mística trinidad del artista en carne y espíritiu: su rostro, su destino y su obra.

2 comentaris:

  1. Gnomox Ultratom : Hola amics & amigues Catalans , tenim de dir-vos que hem rebut infos sobre el que passarà AVIAT ( aquests PROPERS MESOS , després de les eleccions gavatxes ...) amb els BANCS a gavatxilandia i a l' estat espanyol :

    el que s' acosta és MOLT FUMUT , us ho diem de debò !!!

    P.S. : Ah , ens veiem per la Sant Jordi amb la Mandragora (*) a la Plaça Sant-Just ( casc antic, barri Gòtic) el 23 d' Abril doncs pel "Festival del Llibre d' Artiste & de la Petita Edicio" , durant el qual MANDRAGORE signarà dedicatòries dels seus Còmics / Bandes Dessinées (B.D.) i dels seus Discs - C.D.'s , val ?!? ...
    (*) : http://mandragora.ouvaton.org ; http://www.myspace.com/mandragoreharpiste ; http://mandragora.canalblog.com/ ( Ruta de la SEDA ...)

    http://mandragora.ouvaton.org
    mandragore-musique-bande-dessinee

    ResponElimina
    Respostes
    1. Gnomox Ultratom : Hola amics & amigues Catalans , tenim de dir-vos que hem rebut infos sobre el que passarà AVIAT ( aquests PROPERS MESOS , després de les eleccions gavatxes ...) amb els BANCS a gavatxilandia i a l' estat espanyol :

      el que s' acosta és MOLT FUMUT , us ho diem de debò !!!

      P.S. : Ah , ens veiem per la Sant Jordi amb la Mandragora (*) a la Plaça Sant-Just ( casc antic, barri Gòtic) el 23 d' Abril doncs pel "Festival del Llibre d' Artiste & de la Petita Edicio" , durant el qual MANDRAGORE signarà dedicatòries dels seus Còmics / Bandes Dessinées (B.D.) i dels seus Discs - C.D.'s , val ?!? ...
      (*) : http://mandragora.ouvaton.org ; http://www.myspace.com/mandragoreharpiste ; http://mandragora.canalblog.com/ ( Ruta de la SEDA ...)

      http://mandragora.ouvaton.org
      mandragore-musique-bande-dessinee

      Elimina